jueves, 28 de abril de 2011

Una historia de rock

Todavía no había oscurecido. Si Pablo miraba para el oeste aún el cielo estaba azul, pero para el otro lado la noche ya se anunciaba. Y se anunciaba, al menos, diferente a las demás. Pablo era el que vivía mas lejos de todos, por lo que tenía que salir bien temprano. El plan era comprar en el camino esos espectaculares Redonditos de ricota como cena, y seguir.
Javier, con más tiempo, primero fue a comprar las Pastillas del abuelo, pero en el camino se colgó con esos autos espectaculares, estruendosos, conocidos por todo el barrio: los Fabulosos Cadillacs de los '60 que tantas historias recolectaron en su vida. Le gustaba mas ése que llevaba pintado unos Gardelitos en la parte alta del parabrisas. Quería quedarse viendo mas tiempo, pero no podía. Debía seguir.
Cuando por fin pudo aplastar esa maldita mosca que lo molestaba, Fernando terminó su cerveza que ya había dejado de estar fría y salió a la calle. Era el arquero de Los Caballeros, el equipo de fútbol 7 que se formó entre compañeros de trabajo para participar en los torneos de "La quema". Ésa tarde habían alcanzado la punta con un sufrido 2 a 1 sobre el ya ex-puntero, pero el torneo era largo y no podían bromear aún con eso de "Somos los Caballeros de la quema". Pensaba en las pelotas que había puesto su equipo, pero ya estaba en camino, y había que seguir.
Cristian se reía de la Vela Puerca con forma de pene que compró su hermana para la despedida de soltera de la mejor amiga de ella. Decía que eran unas viejas locas, pero reconocía que la diversión estaba asegurada. Le recordó que "no hagas algo que no te va gustar que te hagan después" y se despidió. El camino era fácil: tenía que hacer 2 cuadras, doblar en la esquina, y seguir.
Diego era el único que tenía auto. Renegó un rato largo hasta que pudo quitar la mancha de Rolando, su vecino, que se le volcó un poco de gaseosa al haber pisado un pozo mientras estaba tomando un sorbo. Diego aprovechó y pasó un poco la franela para quitar el polvo y listo, dejaba para el día siguiente la limpieza del resto. Comió rápido, pero con cuidado: hacía unas semanas habían caido intoxicados un par de primos por una comida en mal estado y no quería que éso le pasara a el. Terminó, subió al auto y se fué. La noche recién comenzaba, y tenía que seguir.
Mientras tanto, Carlo se reía de La Renga de su madre, quien se había fracturado hacía unas semanas, y aún no podía manejar bien las muletas con sumo cuidado. El traumatólogo no podía creer cómo sus huesos habían quedado tan divididos, pero la operación salió bien y ahora sólo quedaba rehabilitarse. En eso suena la bocina de Diego que lo había pasado a buscar. Carlo hacía rato que estaba listo, la noche debía seguir.
Marcelo salió mas temprano de lo necesario porque no quería aguantar los piojos de su primito que, con su familia, había ido de visita a su casa. Antes de salir se armó un enorme sandwich de milanga que empezó a comer sentado en uno de los bancos de la plaza pero no lo pudo terminar, por lo que les tiró las sobras a unos perros callejeros que había por ahí. Miró su reloj y se dió cuenta de que se le estaba haciendo tarde, por lo que se levantó para poder seguir.

Pablo, Javier, Fernando, Cristian, Diego, Carlo y Marcelo se encontraron todos, por fin, frente al galponcito del tío de Javier. Ahí estaban sus instrumentos y, como ellos, listos para una larga noche de ensayos. La nueva banda se llamaba Cielo Razzo y, al igual que la noche, era joven. Y debía seguir..

No hay comentarios:

Publicar un comentario